La vacuna como mercancía
por Ricardo Milla Toro Tenemos una especie de dilema respecto a la distribución de las vacunas. Por un lado, las vacunas se han convertido en un bien escaso y su acceso no debería estar mediado por cuánto dinero tienes, por lo que su distribución debe estar a cargo del Estado. Por el otro, la empresa privada debería de complementar al Estado, pues este es ineficiente y demorará el proceso de vacunación.
El problema no es que el privado no pueda vender vacunas (de hecho, el sector privado cubre gran parte de lo que el Estado debería de realizar y no lo hace, entre otros motivos, porque el poder económico desbarató al Estado, justamente para hacerse necesario el privado en ciertos sectores); el problema es que las vacunas que venderían serían las que hubieran llegado a alguien que no tiene para pagarla. ¿Eso es justo?
Tanto las vacunas de Sinopharm como de Pfizer no son vendidas a privados. Esto es, que la vacuna, que la compró el Estado para que sea distribuida de manera gratuita, tendría que ser comprada por el privado al Estado.
La paradoja se hace más grande, entonces, cuando vemos que las vacunas a comercializar serían aquellas adquiridas para ser distribuidas de modo gratuito, pero quien las distribuye (el Estado) no tiene la logística para hacerlo de modo más rápido. A esto se suma a que hay un orden, fases para vacunarse. No está la vacuna disponible por dinero, sino de acuerdo a un orden de prioridad.
Ahora bien, si las empresas privadas distribuyen vacunas, tendrían que poder comprarla directamente al laboratorio (como podría hacerse con el ruso Gamaleya, según se dice) y plegarse a las fases de vacunación. Si no le quitan las vacunas a la población más vulnerable, todo debería estar bien. Pero la situación no es esta. No hay suficientes vacunas. Así que, por el momento, no es factible la comercialización de las vacunas por los privados, pues se harían de un bien escaso a través del dinero.
Lo que podría hacerse es autorizar a los laboratorios que pueden vender a privados, hacerlo. Ello debería hacerse garantizando que son vacunas fuera de las adquiridas por el Estado, además de fijar tazas para evitar el lucro desmedido, como se ha visto en el caso del oxígeno. Más aún: el Estado debería disponer de la base material de los privados para mitigar los impactos de la pandemia, pero mientras el poder económico controle al político, lo intereses que se van a proteger son los de la burguesía.
La pandemia es una pandemia de clases.
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