Perú, deja de esperar un salvador
Será por tradición, pero en el Perú su gente siempre está esperando que alguien los salve. Sí, compatriotas, esperamos. Los pueblos conquistados por los incas esperaban a un salvador. Luego, en las guerras de Independencia el pueblo quería un salvador. Primero fue San Martín y de ahí Bolívar. Lo demás, se repite año tras año agrupándose alrededor del caudillo que ofrezca más para el beneficio privado.
En cada elección presidencial hierve la esperanza de cambio que vendría por medio de un salvador, del único, del puro, del limpio, así como el pueblo hebreo esperaba al mesías. Ninguno de esos ha sido lo que queríamos y la esperanza ya no hierve igual.
¿Se puede esperar que una única personalidad cambie un país con una historia atravesada por las diferencias de clases, etnias y pueblos, de donde ha nacido el más rancio desprecio entre humanos, en una tierra que no termina de reconocerse totalmente como patria, nación, República? Varias candidaturas se presentan como “el que más sabe”, otras como la “única” que puede “cambiarlo todo” o que es la más “limpia”, sin mácula ni corrupción, de manera que el pueblo, caracterizado históricamente por confiarse en un líder, más aún si empata con nuestra idiosincrasia mágico-religiosa, le dará su respaldo. No se me malentienda: el mito y la fe en política son importantes, más no cultivar la creencia de que hay un único ser humano salvador de nuestros destinos.
Seamos francos: ningún gobierno, menos aún una sola persona, va a cambiar el Perú.
La política es profundamente dialéctica como dialécticas son las estrellas. El gobierno es la representación del pueblo. Cada uno le participa de su poder a los gobernantes, pero nunca se renuncia al poder. Por eso, podemos como ciudadanos deponer cualquier gobierno, incluso por la fuerza si hace falta. Pero, justamente por ello, la ciudadanía en su conjunto debe responder por los gobernantes elegidos y exigirles a estos el cumplimiento de su deber.
Esperar no puede ser opción. Esperar un salvador, ¡menos! Solo el pueblo salva al pueblo. No un(a) candidato(a).
Doscientos años, ¡doscientos años confiando en que un ilustrado nos salve! Basta ya. Votar por quienes ofrezcan escuchar, atender y dialogar con el pueblo es lo que deberíamos hacer, pues no son los gobernantes quienes nos van a salvar, sino nosotros mismos.
Si queremos un Perú libre, libre de corrupción, libre de delincuencia, libre para comerciar, para trabajar, para estudiar, para realizarnos, entonces no esperemos que un gobierno nos arregle la vida, sino trabajemos para cooperar entre nosotros y con el gobierno.
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